Los Mayas en la historia de la cultura

Los Mayas en la historia de la cultura

Los Mayas en la historia de la cultura

Hemos considerado de importancia especial insertar algunas secciones de la publicación que sobre Los Mayas escribiera el historiador guatemalteco Licenciado Ernesto Chinchilla Aguilar y que intituló «Los Mayas en la Historia de la Cultura».

III

La designación de CULTURA MAYA, se aplica, por antonomasia, a una especial cultura indígena del período clásico, que sólo es dado a conocer a través de los estudios arqueológicos, y que floreció en El Peten guatemalteco, en la cuenca Norte del Motagua, en la parte Nordeste de Chiapas, en península de Yucatán, en Bel ice, en el Occidente de Honduras y, posiblemente, en las tierras altas de Guatemala. En realidad, a esta cultura pertenece un número indeterminado de ciudades, o centros ceremoniales, que fueron construidos con las siguientes características:

Sobre un marco que es común en las ciudades mesoamericanas del período Clásico: plazas (acrópolis) rodeadas por templos y montículos piramidales escalonados, en cuya cima o terrazas se levantaban adoratorios, o en cuyo interior se encuentran tumbas que se supone que pertenecían a importantes personajes; patios de juego de pelota, que en El Peten son casi siempre abiertos por sus extremos; y, ocasionalmente, palacios o casas destinadas a servir de complemento a indeterminados requerimientos del culto ceremonial; o bien, casas de habitación, como barrios populares o nobiliarios, que muchas veces se levantaban sobre plataformas o al ras del suelo.

Sobre este marco de la ciudad mesoamericana, digo, se instituyen los rasgos diferenciales de la cultura Maya Clásica:

  1. Sistema de numeración vigesimal, con barras y puntos;
  2. Complejo estela-altar. Las estelas generalmente con una gran figura humana al frente, e inscripciones jeroglíficas o calendáricas en la parte posterior, a los lados y algunas veces al frente. Los altares también con inscripciones jeroglíficas. O bien estelas y altares lisos;
  3. Arte escultórico y pictórico peculiarísimos, fuertemente influenciados por el ejercicio del dibujo de jeroglíficos en códices y piedras; y
  4. En arquitectura, empleo de la bóveda falsa o bóveda maya.

La casi completa totalidad de estas ciudades floreció entre los años 300 y 900 después de J.C. (como indican las fechas grabadas en las estelas) y casi todas se hallaban abandonadas cuando los españoles conquistaron y colonizaron estas regiones del Nuevo Mundo.

IV

Ahora bien ¿quién ha descubierto y contribuido a estudiar esta cultura llamada Maya? En primer lugar, los mismos indios, cuya contribución puede resumirse así: conservaron los códices de sus antepasados y no olvidaron sus antiguas tradiciones y costumbres; condujeron a otros exploradores hasta el umbral de la cultura Maya, y con sus manos se emprendió el arduo trabajo de la limpieza de las ruinas, que habían sido invadidas por las malezas o la selva.

La última de estas contribuciones, la resume J. Eric Thompson de la siguiente manera: «Cientos de chicleros se pasan toda la estación lluviosa en lo más denso de los bosques de Centro América, sangrando los árboles de chicozapote, ya que no es sino la savia espesa y lechosa de esta planta la materia prima de la goma confitada. Cuando los chicleros buscan nuevos lugares en la selva, se topan a menudo con ruinas mayas hasta entonces desconocidas. Mas tarde, al llegar la estación seca, ya no corre mas el líquido blanquecino de las heridas de los árboles, y aquellos hombres regresan a sus vi Morios, poblados y ciudades o a las cercanías de los mismos. Este es el tiempo en que va al campo el arqueólogo (Teobert Maler fue una excepción) y son los chicleros quienes lo guían y las recuas propiedad de los contratantes las que lo llevan a él y a su equipo por aquellos caminos temporáneos, por los que poco antes se había sacado la goma en estado bruto y que ahora ya está cocida en bloques semejantes a ladrillos

Después de los indios, viene un gran número de cronistas españoles y criollos que recogieron datos de incalculable valor a lo largo de la época colonial. Estos cronistas no siempre han sido debidamente valorados por la arqueología moderna, y muchas veces ni siquiera han sido estudiados con la asiduidad que fuera de esperarse.

V

En Guatemala, por ejemplo, sin olvidar a fray Francisco Ximénez, pocas veces se nos ocurre considerar a Fuentes y Guzmán como un pionero en el estudio de la arqueología Maya.

Véase, sin embargo, una pequeña parte de su descripción de Copan, que confirma la sospecha, algunas veces esbozada, de que las estelas mayas no tenían el color de hueso de la piedra caliza, sino que eran suntuosamente policromadas, como los códices y como los murales de Bonampak.

«Hállase una espaciosa plaza en este sitio —dice Fuentes y Guzmán-, cuya figura y bella forma por dilatado término se extiende, en círculo perfecto y compasado; que se compone con adorno de un número crecido de pirámides sencillas de piedra de cantería; cuya profundidad será de seis o siete varas, y así, al respecto, su grosor, en proporción geométrica y debida. Vistas por la parte exterior de la gran plaza, observan el decoro y orden de arquitectura rústica, con todas las partes de simetría que les demanda el arte; más por la parte interior, con suma gravedad y gran belleza, se levantan sobre unos bufetones, que sirviéndoles de basa o gradería, también daban en cada uno sobrado asiento al gran tropel que, concurriendo a las celebridades, necesitaba de estar acomodado. Pero, lo que más, sin duda, adorna y hace admirar a quien las mira, es que sobre cada uno de aquellos bufetones, y arrimando a la columna, se ven en pie ciertas estatuas muy perfectas del tamaño del natural, que van interpolándose por orden, ya un bulto que representa un hombre, ya otro que finge y retrata a una mujer, vestidas unas y otras a la castellana antigua, pero no tan moderadamente, adornadas de la industria y golpes del cincel, que en sus labores aún se eche de menos una hebilleta; puesto que aún en los tiros de donde penden las espadas también se fingen las hebillas. Adórnase, sin diferencia, en traje militar, de media calza, cuello escarolado, peto, espaldar y brazaletes, con morriones adornados de penachos y con espadas cortas en cinta. Mas, estando a la inclemencia y a las injurias del tiempo, ocasiona más reparo: que los colores, verde y encarnado y azul, que les dan alma, están como acabados de imprimir en la fineza de las tintas y viveza de sus esmerados temples, y en los que dan vivo a los ojos, pelo y barba, con grande propiedad, aún en la misma diferencia, con que se quiso imitar a la variedad perfecta de la naturaleza, siendo lo mismo en vainas, pernos y conteras de las espadas«.

Aunque no enmarcadas dentro del período clásico Maya, son también singulares las descripciones de Fuentes y Guzmán referentes a las fortalezas y ciudades de Zaculeu, Totonicapán, Gumarcaah, Iximché, Mixco Viejo, Kaminal Juyú, etc. Y los datos sobre lenguas , escritura, traje, danzas, costumbres, idolatrías, ceremonias. Palo Volador, baile de los palos, Loj-tun, etc.

Lo mismo que ocurre con Fuentes y Guzmán, ocurre con Juan de Villa Gutierre Soto-Mayor, autor de la Historia de la conquista de la provincia del Itzá, que describe las costumbres de los indios, pobladores del área central en que vivían los antiguos mayas, y entre otras cosas dice, por ejemplo, al hablar de la isla de la laguna de Peten-Itzá: «De los veinte y un cues o adoratorios que halló el general Ursúa y los suyos en la isla, era el principal y más grande, el del falso sumo sacerdote Quincanek, primo hermano del rey Canek. Este era de forma cuadrada, con su hermoso pretil y nueve gradas, todo de hermosa piedra; y cada lienzo o frente, como de veinte varas de ancho, y muy alto.

Y en el último escalón o grada, al entrar, había un ídolo, como en cuclillas, en forma humana, mal encarado y dentro del templo, en el frontis, estaba otro ídolo, de esmeralda bruta (seguramente jade), que llamaban aquellos infieles; El Dios de las Batallas; era largo de un jeme, y se quedó con él el general Ursúa«.

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