La leyenda de las Tres Sorores (1)
Durante la época de la invasión. de los visigodos, los hispanorromanos se defendieron encarnizadamente, amparados por el carácter montañoso del país.
Las luchas entre invasores e invadidos eran frecuentes. En cierta ocasión en que tres hermosas doncellas españolas debían unirse en matrimonio con sus gallardos prometidos, tuvo lugar uno de esos encuentros, cayendo prisioneros a manos de los visigodos el padre de las doncellas y los tres novios.
El pueblo donde debía celebrarse la ceremonia fue completamente arrasado, salvando a las jóvenes ej haber logrado permanecer escondidas en un bosque durante la refriega.
Cuando los visigodos triunfantes abandonaron la localidad, salieron las doncellas de su refugio y acertaron a hallar abandonado, en un recodo del camino, a un enemigo herido que pedía socorro. Las doncellas compadecidas, le auxiliaron como pudieron, le llevaron a una de las pocas casas que quedaban en el pueblo, y allí averiguaron que se trataba de uno de los principales jefes visigodos.
El herido, en agradecimiento, prometió a sus caritativas salvadoras averiguar el paradero de sus parientes y tratar de ponerlos en libertad. Pero pasó el tiempo, el visigodo iba recobrando las fuerzas y la salud, sin que intentara cumplir su promesa, hasta que un día les comunicó la noticia de que sus prometidos habían abjurado de su religión y se disponían a contraer matrimonio con unas jóvenes visigodas, y, además, que habían ido a formar parte de las huestes del rey Eurico.
Las tres hermanas —refiere la leyenda—, al oír esto, cayeron en el más profundo desconsuelo, y rio cesaban de quejarse de su suerte y de llorar amargamente. El guerrero herido empezó entonces a rodearlas de consideraciones y a prodigarles toda clase de atenciones, y por último manifestó abiertamente su deseo de tomar por esposa a la mayor, proponiendo por esposos de las otras a dos guerreros distinguidos amigos suyos.
El despecho de verse abandonadas y las continuas atenciones de que eran objeto, vencieron su voluntad, y las tres profesaron el arrianismo, y se unieron a los jefes visigodos.
Cuentan que la noche en que debía verificarse la boda se les apareció el padre, acusándolas de un modo terrible por renegar de su religión y enlazarse a los implacables enemigos de su raza. Entonces supieron que el padre y los novios habían escapado y continuaban haciendo guerra a muerte a las gentes de sus esposos, y antes de desaparecer, lanzó el padre sobre ellas la más terrible maldición.
Las doncellas quedaron en una situación tristísima, y, arrepentidas del paso que habían dado, se fugaron de sus hogares, y a espaldas del Monte Perdido construyeron unas barracas para vivir haciendo penitencia.
En una de las escaramuzas tan frecuentes en esa época, los cuatro tenaces cristianos volvieron a caer prisioneros, y esta vez fueron condenados a muerte. La noche en que los ahorcaron estalló una gran tempestad en el Monte Perdido; un alud sepultó las chozas de las tres hermanas y un terremoto transformó las montañas, dando lugar a las tres moles actuales, en recuerdo del castigo de las apóstatas.
A la mañana siguiente se veían tres picos negros, veteados de blanco en señal de luto: eran las Tres Sorores.
(1) Macizo que se halla en los Pirineos.
Fuente: Segundo libro de lectura I. G. Seix & Barral Hnos., Barcelona, 1932.
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