La justicia del rey Xocbitum
Reinaba el rey Xocbitum en la hermosa tierra de Mayapán. Y era en el mes de Tzoz cuando alegres fiestas animaban el país. A ellas afluían gentes de toda índole que las realzaban con la exhibición de sus habilidades; solían concluir con el cüih mialz o inspiración sagrada: el hoolpop o conjunto de baldzames (verdaderos vates) exponía sus narraciones de gran belleza y profundo sentido. ¦ Y un baldzam que había llegado inesperadamente se adelantó a todos y con clara voz refirió:
Yelmal (que quiere decir «esencia») era linda y graciosa; el consuelo de la aldea, el amparo de los pobres. . Su padre había dado la vida por el Rey, y Yelmal vivía humildemente con su madre. Noimail (obstinación) se enamoró de ella. Un día la contemplaba tímidamente. La dulce Yelmal atendía a los desgraciados que encontraba. Se acercó a ella el joven, y apoyándose en un viejo roble, le declaró su amor:
— Quiéreme —le dijo—; yo seré tu apoyo. Yo haré que nunca te falte cuanto necesites para tus pobres.
Yelmal aceptó y le suplicó que fuese puro y que no se olvidase de su querida madre. Radiante de felicidad, el mancebo le aseguró que sería otro hijo para la madre de Yelmal y para ella el más sumiso siervo.
Mas he aquí cómo el xibilbá (genio del mal) puede trocar la felicidad en dolor. Era una noche de tormenta. Bajo el agua torrencial caminaba un mendigo. Se detuvo ante la casa de Yelmal y llamó. La joven se negó a abrirle, pues su madre estaba enferma; pero las súplicas del caminante y su triste aspecto la conmovieron, y al fin abrió la puerta. El mendigo dio muestras de apasionada gratitud, y, queriendo corresponder a la bondad de Yelmal, les ofreció un líquido que aseguró que poseía extraordinarias cualidades. A los pocos momentos invadió a ambas mujeres profundo sopor. Al día siguiente, Yelmal refirió a Noimail sn afrenta. En vano el joven renovó sus amorosas protestas.
La ya triste Yelmal le rechazó, llorando su indignidad y desventura. Noimail no perdía las esperanzas; continuamente rondaba la casa de su amada. A los pocos días vio salir de ella a un hombre y acudió rápidamente. Ye[mal se sumía en el sueño eterno, víctima de un veneno. A su lado, la madre, enloquecida de dolor, reía convulsivamente.
Pero Noimail, el baldzam, conoció al traidor. Decidió matarlo; pero la guardia real le custodiaba día y noche. «Esperaré al mes de Tzoz —pensó —, cuando las fiestas alegren las comarcas, ya siempre tristes para mí. Acudiré ante Xobictum y pediré justicia. El santo mialz me valga.»
Y al decir esto, el baldzam se quitó la careta: era Noimail; Noimail, el campesino, que pedía justicia contra un noble de la corte. El estupor recorrió la apretada masa de gentes.
—No puede ser; eso es falso — clamó a una el hoolpop.
—Registrad el palacio.
—¡lmposible! ¿Asegurarás que un miembro de sangre real pudo cometer tal crimen?
—Que se presente ante mí Ozil (antojo, deseo vehemente), el noble príncipe, y yo le arrojaré al rostro mi denuncia. Y si acaso ya no hay justicia en Mayapán, iré a unirme con mi dulce Yelmal en donde no me hiera la amargura de tan vergonzosa impunidad.
Mas Xocbitum era justiciero; ordenó que su hermano Ozil fuera apresado, y a poco le hizo pagar sus fechorías con la vida. Y Noimail guardó, fiel, su promesa y cuidó con mucho esmero a la desgraciada loca, mientras su recuerdo se esclavizaba a la memoria de la encantadora Yelmal.
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