El Medio-pollo
«Para saber y contar y contar para saber. Estera y esterita para secar peritas; estera y esterones para secar orejones».
Erase una gallinita muy buena ponedora y muy buena sacadora. Una vez puso veinte huevos, se echó sobre ellos y cuando se levantó, tenía 19 pollitos. Muy afligida por haber perdido un huevo, se dijo: «Si vuelvo a echarme más tiempo sobre este huevo que me queda, seguramente saldrá un medio pollo».
Y así sucedió. Del huevo salió un medio pollo, que la gallinita crió y a quien quería más que a ningún otro hijo, ya que éste no podía volar ni correr, porque no tenía sino un ala y una pata. Andaba a saltitos.
Pero creció como los demás el Medio-Pollo, y un día le dijo a la gallinita, que se estaba poniendo medio vieja.
—Mamita, écheme la bendición porque me voy a correr tierras.
La gallinita le echó su bendición y se quedó llorando, porque lo quería mucho. El Medio-pollo salió, pues, a rodar tierras, a saltitos, a saltitos, porque no tenía más que una patita.
Muchos y largos días anduvo el Medio-pollo sin encontrar trabajo. Y he aquí que de repente, un día que escarbaba un montón de hojas secas en busca de su comida se encontró una naranjita de oro. ¡Qué gusto que le dio! La escondió debajo de su ala y se dijo:
—Si le llevo al rey esta naranjita de oro, seguramente me dará mucho trigo para mi mamita.
Y sin más ni más, se encaminó a saltitos, para el palacio del rey. Después de mucho andar se encontró con un arriero que traía una recua enorme de mulas.
—¿Adonde vas, arrierito?—le preguntó.
—Iba donde el rey—contestó el arriero—pero me he vuelto, porque el río trae mucha agua y no me atrevo a cruzarlo.
—Yo también voy a ver al rey—dijo el Medio-pollo—y no me asusta el río.
El arriero preguntó:
—¿Quieres llevarme contigo?
—¡Bueno!—contestó el Medio-pollo—
Métete en mi buchecito y tráncate con un palito.
Entonces el arriero con todas sus mulas se metió en el buche de Medio-pollo.
Siguió su camino el Medio-pollo y llegó al río. Este traía mucha agua y era muy ancho. El Medio-pollo se paró en la orilla y pensó: «¿Qué haré? No puedo volar, que no tengo más que un ala. Lo mejor será que me tome toda el agua». Y de un sorbo se tomó el río, lo, dejó guardado en su buche y continuó su camino.
Anda que andarás se encontró con un tigre, que estaba sentado en una piedra.
—¿Qué hace ahí, compadre Tigre?—le preguntó.
Tengo que ir donde el rey—contestó éste, pero no puedo andar más de cansado. ¿Por qué no me llevas tú?
—Bueno—le dijo el Medio-pollo.
Métete en mi buchecito y tráncate con un palito.
Y el tigre se metió en el buche de Medio-pollo. Siguió su camino éste, y después de mucho andar, se encontró con un león, que estaba echado al lado del camino.
—¿Qué haces ahí, compadre León?—le preguntó.
—¡Qué he de hacer, Medio-pollo! le contestó el león—. Estoy muy cansado y tengo que ir dónde el rey. ¿Quieres llevarme tú?
—Bueno—le dijo el Medio-pollo. Métete en mi buchecito y tráncate con un palito.
Y siguió el Medio-pollo su camino con el león dentro del buche. Pero todavía le quedaba mucho camino que recorrer, y así fue que después de muchas horas de andar, se encontró con una Zorra, que estaba durmiendo debajo de unos árboles. —¿Qué haces ahí, comadre Zorra?—le dijo.
—¡Estoy medio muerta de hambre!—contestó ésta. Hace ya muchos días que no encuentro ni un racimo de uvas para comer.
—Yo voy donde el rey—dijo el Medio-pollo—y si quieres te llevaré conmigo. Pueda ser que allá encuentres que comer. Aceptó la Zorra y el Medio-pollo la metió en su buche. Por fin el Medio-pollo llego a presencia del rey.
Y dijo:
—Mi rey, mi señor, aquí he venido desde muy lejos a traerle a su Majestad esta naranjita de oro, que es un regalo mío.
Muy contento quedó el Rey con el regalo de Medio-pollo y mandó a sus pajes que lo llevaran al gallinero y que le dieran harto trigo, granza y maíz.
Pero cuando dejaron al Medio-pollo en el gallinero, todos los gallos, gallinas y pavos se fueron encima de él y comenzaron a picarlo. ¡Qué apurado que estaba el Medio-pollito! Cuando entonces se acordó de la Zorra, abrió su pico y la dejó salir. Y en menos que canta un gallo, la Zorra, que tenía mucha hambre, no dejó en el gallinero, ni una gallina, ni un gallo, ni un pavo. En seguida se arrancó para la Cordillera.
Cuando al otro día fueron los pajes al gallinero se encontraron al Medio-pollo sólito. Enojadísimos fueron donde el Rey.
—Señor, el Medio-pollo se ha comido todas las aves, y no ha dejado una ni para remedio.
—¿Y qué hacemos con él?—dijo el Rey—yo no lo puedo matar porque me ha traído un regalo. Entonces un paje dijo:
—Si a su Majestad le parece, lo echaremos al potrero junto con los caballos, a ver si éstos lo matan a patadas. Y lo echaron al potrero.
¡Qué susto se llevó el pobrecito Medio-pollo cuando se vio entre las patas de tantos caballos! Pero entonces se acordó del león; abrió su pico y lo hecho afuera. En un momento solamente, el león se comió todos los caballos. Enseguida se arrancó para la Cordillera.
Cuando al día siguiente los pajes fueron al potrero encontraron al Medio-pollo sólito, arrimado a un árbol y cantando alegremente.
Desesperados corrieron donde el rey y le contaron que el Medio-pollo se había comido todos los caballos. Este quedó sumamente admirado, pero dijo:
—Yo no puedo matar al Medio-pollo que me ha traído una naranja de oro de regalo. Ustedes sabrán lo que hacen con él, pero yo les prohibo que lo maten.
—Entonces un paje dijo:
—Si Su Majestad quiere lo echamos al corral de las vacas y seguramente ahí lo matan.
Nada contestó el rey y entonces cogieron al Medio-pollo y lo echaron al corral de las vacas.
Pero no bien se vio entre tantas vacas que se peleaban por pisarlo y cornearlo, el Medio-pollo abrió el pico y soltó de su buche al Tigre. Este salió hecho una fiera y en un amén se comió las vacas. En seguida arrancó para la Cordillera.
Cuando al día siguiente los pajes fueron al corral vieron que no quedaba una vaca ni para remedio, casi se cayeron muertos de rabia. Y más todavía cuando vieron al Medio-pollo que encaramado en una rama se reía de ellos cantando: ¡quí-qui-ri-qui! ¡quí-qui-ri-quí!
Rabiosos corrieron donde el rey. —¡Señor!—le dijeron—hay que matar al Medio-pollo. ¡Ahora se ha comido todas las vacas! —¿Y cómo lo voy a matar—dijo el rey—, cuando me ha regalado una naranja de oro? Ya he prohibido que lo maten.
—Bueno, Su Majestad—dijo el paje mayor—no lo mataremos. Pero lo vamos a echar al horno del pan para que se ase al rescoldo, porque si no este Medio-pollo nos va a comer a todos.
Entonces lo echaron al horno caliente y el pobre Medio-pollo creyó que había llegado su fin. Pero, cuando ya se estaba chamuscando sé acordó del río, y abriendo su pico, lo soltó del buche.
El río salió como un torrente; apagó el fuego y ahogó a todos los pajes que cuidaban el horno.
Entonces el Medio-pollo fue donde el rey y le dijo: —Si Su Majestad me da permiso me voy para mi tierra, porque quiero ver a mi mamita.
Consintió el rey y queriendo pagar su regalo al Medio-pollo, ordenó a su mayordomo que le diera tanto trigo como éste pudiera llevar.
Pero el Medio-pollo se acordó del Arriero y sus mulas y abriendo el pico lo sacó de su buche y cargaron todo el trigo del rey, y aun faltó trigo y hubo que completar la carga con maíz.
Cuando llegaron a su tierra, el Arriero y el Medio-pollo se repartieron como hermanos. Hicieron dos pilas iguales y cada uno tomó la suya.
¡Qué contenta se puso la gallinita de ver a su Medio-pollo! y ya nunquita más tuvo que trabajar.
Farolito 1949
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