Trabajos de Hércules: 11. LAS MANZANAS DE LAS HESPÉRIDES

Trabajos Hércules

Hércules limpia los establos de Augías. Hércules vence a Gerión, de triple cuerpo. Hércules mata el dragón que guarda las manzanas de las Hespérides. (Relieve, Villa Albani, Roma.)

11. LAS MANZANAS DE LAS HESPÉRIDES

Hasta ahora había llevado a cabo Diez Trabajos en ocho años, pero como Euristeo pensaba que la muerte de la Hidra y la limpieza de los establos de Áugeo no habían seguido sus reglas, envió al héroe a realizar un nuevo trabajo. Ahora debía viajar hasta los confines del mundo conocido para traerle las manzanas de oro de las Hespérides o «damas de la noche», que eran las hijas del titán Atlas, el cual vivía en el límite occidental del mundo y sostenía sobre sus hombros la bóveda celeste (ver Atlas y Hespérides, Las). Todas ellas vivían cerca de su padre, en un jardín guardado por un dragón de 100 cabezas llamado Ladón. Allí estaban las manzanas que Hera había recibido de Gaya como regalo de boda.

Heracles no sabía dónde estaba el jardín y estuvo vagando por el lugar un tiempo. Aconsejado por dos ninfas, consultó al dios marino Nereo, que podía adoptar cualquier forma cuando huía de un enemigo. Tras sucumbir a la presión de los brazos de Heracles y pasar por todas sus formas posibles, el dios se rindió y le dijo dónde se encontraba el jardín de las Hespérides.

Finalmente llegó al jardín después de otra serie de aventuras. Estuvo en las montañas del Cáucaso, donde liberó al titán Prometeo, que había sido castigado por Zeus tras haber abatido al águila que le picaba el hígado permanentemente (ver Prometeo). En Libia, Heracles se batió a muerte en un combate con el gigante Anteo, hijo de Gaya. Tan pronto como tocaba la tierra, su madre le renovaba sus poderes y Heracles tuvo que levantarle del suelo para estrangularle.

En Egipto, Heracles se enfrentó a la hospitalidad traicionera del rey Busiris, que en cierta ocasión había pedido consejo a un adivino griego para combatir la sequía que causaba hambruna en su tierra. Frasio, el adivino, le había dicho que la hambruna terminaría si el rey sacrificaba cada año a un extraño en honor a Zeus.

Busiris siguió el consejo e hizo que sus sacerdotes matasen a Frasio. Muchos visitantes ingenuos sufrieron el mismo castigo, hasta que el propio Heracles llegó al altar de los sacerdotes de Busiris. Cuando el rey alzó el hacha de los sacrificios, el mango se rompió y mató al propio rey, a su hijo y a todos los sacerdotes presentes.

Cuando finalmente llegó al jardín, Heracles le pidió ayuda a Atlas, que gustosamente fue a por las manzanas mientras el héroe sostenía momentáneamente la bóveda celeste. Pronto regresó con las manzanas de sus hijas y, como no le gustaba sostener el firmamento sobre sus hombros, se ofreció a regresar a Micenas y entregar personalmente las manzanas a Euristeo tras el fatigoso viaje. Pero Heracles no perdió la cabeza y alabó la iniciativa de Atlas, tras lo cual le pidió que le pusiese bien la bóveda sobre los hombros con un cojín para no hacerse daño. Atlas accedió a su deseo y sujetó la bóveda, momento que aprovechó Heracles para coger las manzanas y despedirse del gigante iniciando el camino de regreso a Micenas, donde le presentó las manzanas al rey.

Hay otra versión de la historia que asegura que Heracles tomó las manzanas por sí mismo y mató al dragón Ladón que guardaba el jardín.

Euristeo no se atrevió a mantener las manzanas sagradas en su poder y se las devolvió a Heracles, que las ofreció a Atenea. La diosa se aseguró después de que volviesen a sus primeras propietarias.

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