La hija adoptiva del vaquero
Cormac, rey del Ulster, fue padre de una hermosa niña, pero el rey estaba obsesionado con tener un heredero, por lo que rechazó a su esposa y ordenó que se deshicieran de su hija, tirándola a un pozo.
Los criados encargados de realizar tan atroz crimen no pudieron obedecer tan impía orden, por lo que decidieron dejarla al cuidado de un buen hombre, un vaquero que vivía en el reino de Tara. Este hombre la crió con cariño, como su fuera su hija, encargándose de su educación, de este modo la muchacha fue creciendo hasta que se convirtió en una joven diestra en las artes de la costura y el bordado.
Según fueron pasando los años, su padre adoptivo fue observando que la joven comenzaba a revelar una belleza increíble y un gran parecido con su madre, por lo que tuvo miedo de que fuera descubierta, así decidió esconderla en una casa de mimbre con una única abertura en el techo, para su protección.
A pesar de los esfuerzos del vaquero, alguien del reino de Tara tuvo curiosidad y trepó por las paredes para verla extendiéndose el rumor de su belleza, hasta que estas noticias llegaron al mismo rey Eteskel, que estaba esperando que apareciera «la mujer de raza desconocida que le daría un heredero» tal y como lo había profetizado un druida.
El rey mandó buscar a la joven al día siguiente, pero esa noche la muchacha recibió la visita de un dios, transformado en pájaro, al que la doncella le dio su amor. Él le advirtió que sería desposada por un rey, pero antes de marcharse también le dijo que había sido fecundada y que el hijo de ambos debía de llamarse Conary, quien tendría prohibido cazar pájaros.
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