El coyote y el tacuatzín
Carlos Samayoa Ch.
Guatemala
Cuando Hunabkú, el sobrepujante dios fundidor de la vida y de la luz, hubo dado por terminada la creación del universo, decidió congregar a todas las . divinidades inferiores, con el fin de encomendarles el cuidado y la terminación de su vasta obra.
Cerca de Acté, aseguran los que saben, en una llanura aprisionada entre las vueltas del Gran Río (río de la- Pasión), el dios descendió del cielo en un coágulo de luz, y tomó asiento bajo los ramajes de una sagrada y melenuda ceiba.
En circulo frente a él, sentados en sendos petates, estaban: Humahua, el señor de las cuevas y los subterráneos; Xibalba, el taciturno dios de los muertos; Ek Ajua, el negro capitán que siempre ayuda en sus empresas al dios de la guerra; Chac, el señor de la lluvia, en cuya barriga de sapo está el jeroglífico de las piedras preciosas como símbolo de las lluvias; Hura kán, el señor de los torbellinos; Xamán Ex, el que guía a los comerciantes en los caminos; los cuatro Bacabs, los que sostienen sobre sus hombros las cuatro esquinas del cielo; Ixshel, el arco iris, la fresca y deleitante es pósa de Itzanmá el mején (hijo) predilecto de Hanabkú; el señor de las estrellas; Kabrakán, el sombrío dios de los terremotos; el señor de la luna, el de los ‘cazadores, eh de los ríos y el de las lagunas.
Y sobre la verde espalda de la selva, Hunabkú, el que todo lo puede, habló así:
—Os he congregado porque quiero • entregaros el cuidado de mi trabajo. Todo está ya en movimiento por mi voluntad. El mar (camino siempre recién nacido de Gukumatz), se estremece bajo su inmensa piel de culebra cubierta de áureas plumas de luz, las montañas fermentan el desarrollo eterno del mundo, y los volcanes guardan en su fondo la semilla de las llamas; pero he aquí que el hombre, la mejor y la más, importante de mis creaciones, desaparece poco a poco
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