El granjero y sus hijos
Los tres hermanos reñran con encono a causa de las tareas que les había en» cargado su padre. El mayor estaba parado junto a la puerta del establo, agitando con enojo los brazos. El segundo, frente a él, blandía el puño en un acceso de ira. Y el tercero estaba recostado contra el pozo, con las manos metidas en los bolsillos y en el rostro un aire terco y malhumorado.
El granjero vio reñir a sus hijos y salió de la casa con tres pesados palos atados formando un haz.
-¡Hijos! -les gritó-. Si tenéis tiempo para hacer una pausa en vuestra reyerta, quiero que tratéis de romper estos palos.
Los tres hijos lo intentaron, sucesivamente, apoyando el centro del haz en las rodillas y haciendo presión, con las manos, por los extremos. Pero la madera era resistente y no quería romperse.
Entonces, el granjero desató la cuerda que unía los palos y, tendiendo un palo a cada uno de sus hijos, les dijo: -¡Ahora, intentadlo!
Desde luego, cada joven partió en dos su palo, fácilmente.
-Como veis, hijos míos, si sois como los palos separados, cualquiera podrá romperos -dijo el granjero-. Pero, unidos, seréis suficientemente fuertes para soportar cualquier infortunio, y vuestra tierra prosperará.
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