El oso que hizo de juez
Cuento de Estonia
Entre algunos animales —el lobo, el zorro, el gato y la liebre— surgió un día una disputa, y no había forma de que pudiesen llegar a un acuerdo. Así, decidieron llamar al oso para que hiciera de juez y dirimiera su disputa. El oso llegó y preguntó a los contendientes.
—¿Por qué motivo habéis discutido?
—Estábamos discutiendo sobre cuántos recursos tiene cada uno de nosotros para poder salvar la vida en un momento de peligro —contestaron los otros.
—Bien, ¿cuántos recursos conoces tú?—preguntó el oso al lobo.
—Cien —respondió éste.
—¿Y tú? —preguntó el oso al zorro.
—Mil —contestó éste.
—¿Cuántos conoces tú? —preguntó el oso a la liebre.
—Yo sólo tengo mis ágiles carreras —repuso ésta.
Por último, el oso preguntó al gato:
—¿Conoces tú muchas escapatorias?
—No conozco más que una —respondió el gato.
Entonces, al oso se le ocurrió poner a prueba a cada uno de ellos para ver por qué medios se salvarían en un momento de peligro. Se arrojó de repente sobre el lobo y tanto lo apretó que lo dejó medio muerto. El zorro echó a correr rápidamente en cuanto vio lo que le había pasado al lobo, pero el oso aún pudo agarrarlo de la punta de la cola; por eso, aún hoy el zorro tiene una mancha branca en la cola. La liebre, ágil en su carrera, emprendió la huida a toda velocidad. El gato trepó a un árbol y, una vez arriba, empezó a cantar:
—Al que conocía los cien recursos lo han alcanzado. Al que conocía los mil lo han mutilado. La de las largas patas todavía tiene que seguir corriendo. Y el que sólo conoce una escapatoria está en el árbol en terreno seguro.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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