Los Muerras
Los Muerras eran gigantes que bajaban por la serranía de Tilarán, o por el Río Frío procedentes del Lago de Nicaragua; indudablemente debieron ser los Niquiras, cuyos vestigios se hallan en la Isla Sagrada Zapatera, entre Granada y Ometepe y las Islas Solentiname.
Según la leyenda, los Muerras mataban a los hombres y se llevaban a las mujeres y a los chiquillos. Que una hermosísima de esas indias, pudo escaparse de la isla sagrada y les contó: me tenían en un heptágono en cuyos lados hay siete figuras de diferentes ídolos a los cuales les ponen el corazón de humanos sacrificados, entre las garras de sus dientes. Para llegar a ese altar hay que subir más de mil gradas, por las cuales arrastraban de los pies a las víctimas, que con los repetidos golpes en la cabeza bañaban con su sangre la escalinata. Que ella, con muchas «xícalli» de las bebidas sagradas, una noche se echó a nado desde la isla, y que siguiendo al Sur, por la costa del Lago, llegó a Upala, en donde por casualidad estaba su novio alistando guerreros para pelear con los Muerras. Pero que después de cinco lunas de terrible desesperación, como estaba idiotizada por las supercherías de los Nahuatis y por los sacrificios humanos que le ofrecían al adorarla, no pudo resistir al afligido amor del apuesto indio «boto», quien al verla muriéndose juró vengarse.
Desesperado el indio, no enterró el cuerpo de su amada, sino que lo echó atado con una piedra al río Zapote por la noche, y, atravesando la montaña, llegó anocheciendo, después de trotar durante todo el dla, a la desembocadura del Caño de Mango en el Río Frío. Que al pasar a nado el río en donde la verde y tropical ribera forma un riquísimo marco, aún hoy, al magnífico espejo líquido, espejo mucho mejor que de cristal de roca, la india se le apareció dentro del agua y que con ademanes le decía: vete a dormir tranquilo, y cuando despiertes encontrarás unas plumas a tu lado, póntelas en tu cabellera y te sentirás fuerte como los Muerras. Para probarte eso, coge después los carrizos de la orilla del río y verás que cuantos cogieres se harán en tus manos mazos y hachas, arcos y flechas, con los cuales y con tu misma gente matarás a los Muerras en su próximo viaje.
Esa es la leyenda, para terminar sus abuelos le contaban, que los mismos abuelos de sus abuelos … habían matado a todos los Muerras, pero que habían quedado tan mal, que se morían en el Caño al lavarse tanta sangre de las heridas y, que por eso, siempre que iban al Caño de la Muerte, se lavaban las piernas para recordar el consejo de la india, cuya cara en las noches del astro, todavía se ve en la lumbre del agua.
Fuente: Céspedes Marín, Amando. «Los Muertas». Crónicas de la visita oficial y Diocesana al Guatusa, pp. 82-83.
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