La zegua del Poás
Allá por los años 1930 al 1950, formaba parte de un grupo de bolleros que semana a semana viajábamos a Alajuela a vender dulce.
El día que sucedió el hecho que les voy a relatar, era el menor de los que formábamos la caravana, ya que trabajaba desde muy joven para ayudar a mi madre, pues papá había muerto cuando yo era muy pequeño.
Ese día partíamos del poro al ser las cinco de la tarde y formábamos la caravana trece carretas la mayor parte con bueyes de lo mejor de la zona; la noche llegó muy misteriosa y presagiaba algo malo, pues por aquí se aparecía la zegua,
Bastante cansados llegamos a la pasada sobre el río Poás, la noche era muy oscura y como los bueyes conocían muy bien el camino, los amarramos a las carretas y nos formamos en tres grupos para acompañar a los primeros convoyes.
Apenas pasado el río y cuando conversábamos animadamente para mitigar el miedo. Muchachos vean lo que viene en aquella carreta. Vamos a ver, nos fuimos acercando todos foco en mano y el corazón que se nos quería salir.
Es una muchacha, y muy bonita, vamos y la conversamos.
Poco a poco nos acercamos y cuando alguno quiso tomarle la mano que ella les ofrecía. ¡Yiiiijj! ¡Yiiijj! ¡Yiiiijj! Unos relinchos que retumbaron, por toda la oscuridad fue lo único que se oyó y unos dientes tan grandes que pudimos apreciar antes de partir a carrera tropezándonos unos con otros. En varias oportunidades nos formamos en piñas, pues nadie quería quedarse atrás del gran temor.
Pasados treinta minutos empezó a llegar la calma, de pronto nos dimos cuenta que faltaban dos compañeros. Nos fuimos a buscarlos y los encontramos bien abrumados con los pantalones todos mojados. Un mal olor empezó a cundir en el ambiente.
Fuente: leyendas alajuelenses
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