La bruja de Escazú, la «María Negra»
Cuenta la leyenda que esta bruja era negrita y una de las últimas brujas del pueblo más renombradas, que habitaba al norte de la Iglesia del centro de Escazú.
Se dice de ella que una madrugada fue descubierta por su abuelo Talí completamente desnuda, en media quebrada que pasaba atrás de su casa, y en trance. Al sentirse descubierta, le dijo la hechicera a su abuelo que a nadie le contara lo que había visto. Paternalmente él le respondió: «Oh, María, ya está haciéndole daño a alguna persona». Pasado algún tiempo, el abuelo contó el hecho a algunos vecinos de su confianza y se dice que pocos días después fue castigado por la maldición de su bruja nieta; pues comenzó a darse cuenta de que a medianoche caían algunas boñigas sobre el tejado de su casa y las vacas desaforadas pataleaban y parecía que iban a romper los horcones y barandas de la casa. Salía a ver lo que pasaba… y nada había de raro; todo tranquilo, pues sólo se percibía el olor de las boñigas.
Días después, en un descuido del abuelo Talí, uno de sus pequeños fue hallado muerto a causa de una golosina inofensiva que lo había ahogado. Y para peores males, cuando tenía que ir allá por El Jaboncillo, cerca del sitio del Hatillo, a desyerbar la siembra, al pasar por la casa de la maléfica mujer se le ponía atrás una chancha grande y negra con su cría de chanchitos que le mordían las piernas y lo perseguían a su antojo. Talí se defendía con su cuchillo, pero no lograba ni ahuyentar ni matar a los animales; tal su agilidad sobrenatural. Esto duró unas semanas después, hasta que murió la bruja; y agrega la leyenda que ese día tembló muy fuerte y con retumbos y que la vieja casa de barro de María la Negra se desplomó, quedando totalmente destruida por el sismo. De ahí en adelante, el abuelo Talí gozó de tranquilidad completa y permanente.
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