La Virgen de Tecaxic
Rodolfo García Gutiérrez
También Nuestra Señora de Tecaxic tiene su leyenda. En el Zodiaco Mariano, obra publicada en el siglo XVIII por Fray Francisco de Florencia, se dice lo siguiente:
A raíz de la Conquista, Tecaxic -que en lengua mexicana significa vaso de piedra- era un pueblo muy numeroso. Una epidemia arrasó con su población, de tal modo que no quedaron en ella sino dos vecinos. Abrumados por la «tristeza y soledad», no tardaron en abandonar el pueblo, que vino de esta manera a quedar desierto.
Con el éxodo de los dos sobrevivientes quedó abandonada una ermita que en los tiempos prósperos habían construido los vecinos. Veneraban en la ermita una imagen de La Asunción, pintada al temple sobre una tela indiana. En la soledad, el templo batió las puertas y rajó las paredes, de suerte que el viento, los soles y las lluvias, «deslucieron los colores del ropaje y mermaron la hermosura del rostro».
En estado tan lamentable se encontraba la capilla, cuando acertó a pasar por allí el licenciado Antonio de Sámano y Ledezma, en los momentos en que se abatía un fortísimo aguacero. Buscó el hombre asilo en la capilla; pero en balde, porque dentro se mojaba tanto como afuera. El agua escurría por la imagen, y allí advirtió el licenciado que era milagroso el hecho de que la Virgen no se hubiera despintado del todo, máxime «siendo la materia» en que estaba iluminada, tan deleznable y corruptible».
No sólo a este hecho inexplicable obedeció la veneración de la imagen de Tecaxic. Dos hombres de Toluca se desafiaron a causa de los requiebros de una mujer. Escogieron como sitio del duelo la espalda de la abandonada ermita, que mal se erigía en el cerro de tecaxic, hoy conocido como El Molcajete, a causa del cráter que presenta en su cima de donde le viene el nombre náhuatl que ya se dijo. Estaban los rijosos en pleno desafío, cuando oyeron músicas nunca oídas, como si proviniesen de los cielos. Asombrados suspendieron la pugna. Era de la Capilla de donde salía aquella música de ángeles; pero cuando llegaron hasta donde se hallaba la imagen, la encontraron , «sola y desamparada». «llenos de pavor y reverencia pusieron las armas a los pies de la virgen, y haciéndose de enemigos muy amigos, adoraron a la gran Señora…».
Con este suceso confirmó el Guardián del convento de Toluca, lo que ya le habían referido, y es que todos los sábados del año, se oía música celestial en aquella capilla abandonada.
Otro prodigio tuvo confirmación en la ermita: Pedro Millán Hidalgo, vecino muy estimado en el Valle de Toluca, hacía frecuentes viajes, muchos de ellos de noche, desde la ciudad de San José hasta Xalmolonga -Almoloya, hoy de Juárez- y al pasar por tecaxic, especialmente los martes y los sábados, «solía oír una música muy acorde y sonora, que le causaba admiración». Sin embargo, cuando picado por la curiosidad se acercaba a la ermita, la encontraba desierta. Comenzó por llevar ceras que encendía cada vez que por allí pasaba.
Algunas veces, en pleno día, Millán Hidalgo veía en la ermita «luces que a distancia brillaban con gran resplandor, y en llegando a ella desaparecían».
Otra ocasión oyó música en la noche. Pensando que los indios, para evitarse el pago de derechos, habían ido a enterrar a uno de sus muertos a esa hora, les gritó en mexicano que no temiesen, que él era Pedro Millán. La música cesó como por encanto. Molesto por lo que creyó socarronería de los indios, se llegó sigilosamente hasta la Capilla, y para su asombro la encontró vacía.
Este y otros hechos no menos asombrosos, que narra en su Zodiaco el buen fraile Francisco de Florencia, fueron el origen de la veneración de la imagen del Santuario de Tecaxic.
Cuando fue Guardián del convento de Toluca el padre José Gutiérrez, quien gozó fama de ser un hombre profundamente religioso, conocido que hubo los prodigios de la imagen de Tecaxic, animó a los vecinos de Toluca, ya los labradores de lxtlahuaca, a erigir un templo. Después de algunas peripecias los deseos del religioso se cumplieron. El Santuario de Nuestra Señora de Tecaxic, fue acabado de construir en el año de 1655.
Hoy día el Santuario se encuentra abandonado. Ausentes están las numerosas romerías que en otros tiempos lo visitaban. Las almas sencillas de los pocos hombres de buena voluntad que aún quedan, están en espera de un nuevo prodigio de Nuestra Señora de la Asunción.
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