La batalla entre Aquiles y Héctor. Pese a que el troyano era un guerrero fuerte y valiente, no era oponente para el griego, que peleó con más furia por su deseo de vengar la muerte de su amigo Patroclo. Pintura al óleo de Pedro Pablo Rubcns, siglo XVII.
Héctor
Héctor era uno de los hijos de Príamo, rey de Troya, y de su esposa Hecabe. Estaba casado con Andrómaca y tenía un hijo, Astianax. Fue el gran héroe de la defensa de Troya frente a los griegos.
A través de la lectura de la Ilíada podemos descubrir a un Héctor noble, valeroso y admirable. Odiaba a su hermano Paris, que al raptar a Helena había provocado la ira de los griegos. Le consideraba un Casanova despreciable. Defendió la ciudad con gran ardor y llevó a los troyanos a la batalla cuando el griego Aquiles renunció a luchar por su desacuerdo con Agamenón (ver Aquiles). Al verse los griegos en un gran apuro, Patroclo, amigo íntimo de Aquiles acudió al campo de batalla con la armadura del héroe e hizo cundir el pánico entre los troyanos, que pensaron que Aquiles había decidido regresar. Esto armó de valor a Patroclo, que hizo una incursión en el campamento troyano, donde encontró la muerte a manos de Héctor.
Aquiles quedó conmocionado con la muerte de su amigo y regresó al campo de batalla para vengarle. Firmó la paz con Agamenón y partió furioso en busca de los troyanos, que huyeron al verle. Sólo Héctor le hizo frente, pero no tuvo oportunidad de hacer nada y, tras tres intentos en distintos puntos de la ciudad, Aquiles le mató en un combate muy corto. Aquiles ató el cuerpo del troyano a la parte trasera de su cuadriga para arrastrarlo de manera deshonrosa. Lo llevó hasta donde estaba el féretro de Patroclo y después siguió negándose a proporcionarle un entierro digno. Finalmente, tras la intervención de su madre, Tetis, accedió a recibir a Príamo, que con la enorme pena de haber perdido a su hijo hizo entrar en razón a Aquiles para poder honrar a Héctor.
Como ya se ha señalado, Homero ofrece un retrato muy positivo de Héctor. Un pasaje muy conmovedor de la obra es la despedida de su esposa y su hijo. Después de que Andrómaca le haya rogado no acudir a la batalla para no dejar huérfano a Astianax, Héctor replica: «Mujer, tengo en gran consideración lo que me dices. Pero cuando veo a los troyanos y a sus mujeres con ropas harapientas siento vergüenza de alejarme del campo de batalla como un cobarde. Así es que mi corazón no lo desea ya que he aprendido a ser valiente y estar siempre en primera linea». Héctor indica asi que sabe que Troya caerá pronto y que lo que más le preocupa es lo que le pase a su esposa después «[…] pues debes echar de menos al hombre que se se resiste al día de la esclavitud. Ojalá esté muerto y enterrado antes de escuchar tu llanto pidiendo ayuda cuando te lleven» (la Ilíada, Libro IV, líneas 441-445 y 461-465. Ver también Andrómaca).
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